¿ACEPTARÍAS ESTE REGALO?
Era un Honda Accord. Solo Dios sabe de
qué año. No pude evitar notarlo porque el único parqueo disponible estaba justo
a su lado. Esta foto no nos da una idea completa de lo destartalado que estaba,
pero crean en mi testimonio: este vehículo no podía estar en peor condición. Sin
embargo, no fue solo su estado y su apariencia lo que cautivó mi atención, sino
que tenía en varios lados un mensaje que decía: PROPIEDAD DE JESUCRISTO. De
inmediato me llegaron dos ideas a la mente:
Primero, la oferta del Señor Jesús de recibirnos tal como somos. Las
palabras pronunciadas hace dos mil años siguen siendo estando vigentes: «Al que a mí viene, no lo rechazo» (Juan 6:37). Nuestro
Señor nos invita a venir a Él con todas nuestras cargas, defectos y problemas. La
oferta de antaño continúa abierta: «Vengan a mí todos ustedes que
están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28). No importa lo descompuestos que estemos. Él nos reciba
y nos considera su propiedad.
Pero hubo una segunda cosa que pensé cuando leí las palabras PROPIEDAD
DE JESUCRISTO en aquel casi inservible vehículo. Me acordé de la reacción de
algunos de mis amigos del colegio cuando finalmente decidí entregarle mi vida
al Señor a la edad de 15 años. Me dijeron: «Tú estás demasiado joven para ser
cristiano. Primero goza la vida y cuando estés más adulto, entonces te
arrepientes». Bueno, hace casi tres décadas que le entregué mi vida a
Jesucristo y dudo que mis amigos no cristianos hayan disfrutado la vida más que
yo.
Un gran problema con quienes piensan en “gozar” la vida antes de entregársela
a Cristo es que no hay ninguna garantía de que mañana estaremos vivos. En este
mundo donde mueren los jóvenes y los viejos, los sanos y los enfermos, los
buenos y los malos, no tenemos ninguna forma de saber cuánto tiempo de vida nos
queda. Por esa razón te quiero rogar, a ti querido joven o señorita, que «si escuchas su voz, no endurezcas tu corazón» (Hebreos 3:15).
No desperdicies tu vida. No sigas dañando tu cuerpo y tu mente. Las
personas cuya vida ya está descompuesta pueden venir al Salvador y Él los
recibirá tal como están. Pero tú que eres joven aún, no esperes arruinar tu
mente y cuerpo para entonces entregarle las migajas a tu Salvador. Después de
haber aprendido de sus propios errores, el sabio Salomón escribió: «Acuérdate de tu creador en los días de tu
juventud, antes que lleguen los días
malos y vengan los años en que digas:
‘No encuentro en ellos placer alguno» (Eclesiastés 12:1). Dios se merece los mejores años de tu vida. Entrégate
a Él ahora. Solo entonces disfrutarás la vida realmente sin temor, sin culpa y
sin sentir vergüenza.
Aneury Vargas Ramírez,
Universidad Adventista Dominicana,
24 de febrero de 2019
Comments
Post a Comment