LECCIONES DE LOS TIGRES DEL LICEY


ESCRIBÍ ESTA REFLEXIÓN EN 2014, PERO EL MENSAJE SIGUE VIGENTE:


TOUT EST BIEN QUI FINI BIEN

Hace un par de semanas estuve en Santiago predicando en una iglesia en la que mi esposa y yo servimos hace 10 años. A pesar del tiempo y la distancia hemos mantenido una estrecha relación con los amigos que hicimos en ese lugar. Cuando llegó la noche los jóvenes de esa iglesia me invitaron a ir al Estadio Cibao a presenciar un partido de béisbol entre los Tigres del Licey y las Águilas Cibaeñas. Se sorprendieron cuando les dije que en toda mi vida nunca había ido al play y que nunca había visto un juego de pelota ni siquiera por TV. Era la víspera de mi cumpleaños, estaba agotado y necesitaba regresar a la UNAD el domingo temprano. Realmente prefería descansar que ir a ver el juego, pero finalmente acepté la invitación más por cortesía que por otra cosa.

Fue una experiencia interesante. Éramos un grupo de unas 12 personas y, estando en Santiago, naturalmente la mayoría de ellos eran aguiluchos, pero resulta que quien pagó la entrada mía y de mi esposa era un empedernido y fiel liceísta. Ese día comprendí mejor la proverbial rivalidad entre las Águilas y el Licey. Cuando llegamos al estadio el juego estaba en su tercer inning. Las Águilas estaban ganando. Doy fe y testimonio de que los aguiluchos realmente disfrutan la pelota. Es una fanaticada que anima a su equipo.

Cuando se hacía lo que yo entendía era una buena jugada tenía el impulso de celebrar, pero estaba cerca mi amigo liceísta que lució pensativo y tranquilo durante todo el juego. Su condición de amigo mío, de liceísta y de haber sido quien pagó mi entrada no me dejaba celebrar lo poco que entendía del juego. Cuando el partido estaba llegando a su final las Águilas estaban ganando 10-0 al Licey. En esos momentos comencé a desear que el equipo visitante anotara por lo menos una carrera. Tenía pena por mi amigo. Sentía "vergüenza ajena". El juego terminó finalmente 11 a 1. Los fanáticos del equipo anfitrión no se podían contener. El Licey sufrió una derrota humillante. Al terminar el juego todos nos fuimos a Las Colinas Mall supuestamente a comprar algo, pero allí descubrí que me tenían una linda sorpresa con un bizcocho con un mensaje personalizado. Era la víspera de mi cumpleaños. Allí compartimos todos, los ganadores, los perdedores y los ignorantes (como yo). Mientras disfrutábamos la velada no dejaba de pensar en el juego.

En los días siguientes y movido por curiosidad hice algo que no había hecho antes: darle seguimiento al resto de la serie. Unos días más tardes las orgullosas Águilas quedaron fuera del torneo, quedando la final entre los Leones del Escogido y los Tigres del Licey. Mis lectores dominicanos conocen el resto de la historia: los Tigres obtuvieron su corona número 21 en el béisbol nacional. Ahora mi amigo liceísta publica todos los días en Facebook "¿Y los aguiluchos dónde están?", parodiando la frase que los aguiluchos vociferaban mientras ganaban algunas batallas y se dirigían, sin saberlo, a la pérdida de la guerra.

No creo que me vaya a convertir en fanático de la pelota de repente, pero si conservaré, y quiero compartir con ustedes, una lección que aprendí (o más bien que recordé): Partido y Campeonato no son sinónimos. Se puede perder un juego o una serie de ellos sin que eso signifique que se ha perdido el torneo. Ganar una batalla no es lo mismo que ganar la guerra.

En la vida real, fuera del mundo de los deportes, recordar esta verdad es esencial para vivir de manera plena y sabia. No debemos celebrar nuestros logros aislados desmedidamente a menos que estemos dispuestos a pagar el precio de seguir creciendo, pues si nos descuidamos y nos volvemos negligentes y autoindulgentes nuestros fracasos del futuro podrían deshacer lo que hayamos logrado en el pasado. Lo contrario también es cierto, nuestras caídas y fracasos del presente o del pasado no tienen por qué hacernos claudicar. Si nos desanimaos y abandonamos el torneo antes de que haya terminado perdemos la oportunidad de obtener posibles victorias futuras que podrían neutralizar nuestras caídas y errores del pasado. No olvidemos que mientras haya vida hay esperanza.


Mientras estudiaba francés hace varios años me encontré con una frase que se ha quedado colgada en mi mente desde entonces: Tout est bien qui finit bien (Bien está, lo quien bien acaba). Los aguiluchos celebraron frenéticamente su apabullante victoria de ese día, pero al final no pudieron llegar ni siquiera a las finales, mientras que el Licey que perdió aquella batalla, terminó ganando la guerra. Lo más importante es cómo termina la serie, no como termina el partido. Tout est bien qui finit bien.

Estas pueden ser palabras de ánimo tanto para los desanimados como palabras de advertencia para los que hoy se sienten victoriosos. En cualquier esfera de nuestras vidas (familiar, personal, espiritual, laboral, académica, etc.), debemos evitar adoptar una actitud triunfalista hasta que haya terminado el torneo. La frase "mientras haya vida hay esperanza" tiene dos significados:
  1. No importa cuántas veces hayamos caído. No importan ni la magnitud ni la cantidad de nuestros fracasos, mientras estemos vivos, nuestro Creador tiene la esperanza de restaurar en nosotros su imagen y darnos tanto el perdón como la victoria completa sobre el pecado, si le damos el control de nuestras vidas.

     
  2. No importa cuán bien nos esté yendo en nuestra vida profesional, matrimonial, espiritual. Mientras estemos vivos, Satanás tiene la esperanza de hacernos caer, de destruirnos. Él es paciente y astuto y no le importa esperar todo el tiempo que sea necesario, si al final de la jornada puede derribarnos. Necesitamos vivir cerca de nuestro Creador cada día si queremos mantenernos en terreno seguro.
Mañana inicia la Serie del Caribe y ahora a los Tigres del Licey les tocará competir con otros talentosos equipos de Cuba, México, Puerto Rico y Venezuela ¿Quién ganará la serie este año? No tengo la menor idea, pero realmente ¿Qué diferencia hace? Honestamente ¿Qué le habría ocurrido a nuestras vidas si este año hubieran ganado los difuntos Caimanes del Sur en lugar de los Tigres del Licey? Pero hay otro torneo de mayores magnitudes cuyo desenlace final afectará nuestro destino eterno. Es un conflicto universal entre el bien y el mal que se lleva a cabo en diferentes niveles del tiempo y del espacio. Nuestras mentes y corazones son el principal campo de batalla, pero también lo son los hogares, las naciones y todo el mundo.

A veces pareciera que el mal ha triunfado: La industria del entretenimiento, los medios de comunicación y las autoridades de algunos países promueven descaradamente unos estilos de vida inmorales; la corrupción política y financiera parece haberse convertido en omnipresente; la distribución y el consumo de sustancias dañinas (tanto legales como ilegales) parecen progresar impunemente, mientras que la inmoralidad desfachatada, la injusticia , las supersticiones y la intolerancia parecen avanzar invencibles. No parecen tener cura el odio, la violencia y los conflictos bélicos. Todo pareciera indicar que el mal triunfará sobre el bien. No perdamos la esperanza. No olvidemos que batalla y guerra no son sinónimos. No es lo mismo partido que campeonato. A diferencia de lo que ocurrirá con la esperada Serie del Caribe, en el caso del Conflicto de los Siglos ya sabemos cuál será el equipo ganador:


«Oí como la voz de una gran multitud, como el ruido de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, diciendo: ´¡Aleluya! Porque reina el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero y su novia se ha preparado»… «Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.» (Apocalipsis 19:6, 7; 21: 4).

La confiable Palabra de Dios nos dice en términos inequívocos cómo terminará todo. No hay dudas de que Jesucristo, el Cordero de Dios (Juan 1:29) triunfará sobre Satanás y el mal. Ya sabemos cómo terminará la serie. Lo que queda por decidirse es de qué lado estaremos tú y yo cuando el conflicto haya terminado. Te invito en este día a aceptar la invitación que Él te ha estado haciendo por mucho tiempo de permitir que Él entre a tu corazón y se convierta en el Señor y Salvador de tu vida. De esa manera podrás celebrar triunfalmente cuando la verdadera Serie Mundial haya terminado. Tout est bien qui finit bien.

Dios te bendiga,

Aneury Vargas Ramírez,
Universidad Adventista Dominicana
31 de enero de 2014

 

 


 


 

 

 

 

 

 

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