EL REGALO QUE QUIERO DE CUMPLEAÑOS

Hola, hoy es mi cumpleaños y de regalo te pido una de dos opciones: opción A) 5 minutos de tu tiempo para leer la siguiente reflexión, opción B) una remesa de US$1,500 por Western Union o Money Gram. ¿Cuál escoges? Por supuesto, nadie impide que selecciones ambas opciones😊 

Hace poco leí un libro de superación personal por un renombrado autor cristiano estadounidense. En un estilo muy interesante, el escritor presenta numerosos ejemplos de personas exitosas. Además de los ejemplos bíblicos, la lista incluye una serie de personajes del mundo de los negocios, la política, la milicia y (por supuesto) el mundo de los deportes.

Aunque disfruté la lectura, me preocupó ver que este destacado autor protestante promueve implícitamente la misma visión limitada de éxito que encontramos en gran parte de la literatura secular. Una de los relatos bíblicos más usados para ilustrar una vida de éxito es la historia de José (véase Génesis 37-50). Los oradores y escritores que la usan destacan cómo este muchacho pasó de ser esclavo y luego prisionero a convertirse en el primer ministro de la nación más poderosa de la tierra en ese entonces. A este enfoque que describe el éxito principalmente como logro de fama, dinero y posiciones administrativas le llamaré J1 (J porque se trata de José y 1 porque es la primera de dos opciones).

La segunda alternativa queda ilustrada con la vida de otro personaje también conocido, pero nunca mencionado como un modelo de éxito. Me refiero a Juan el Bautista. Su biografía no sobresale: hijo de sacerdote, pero nunca ejerció el sacerdocio; nunca se casó ni tuvo hijos; no consiguió dinero ni ocupó ninguna posición administrativa en Israel; su ministerio profético fue efímero y (como José) terminó injustamente en un calabozo, pero a diferencia de José, Juan salió de la cárcel a la tumba.

Cuando Juan estaba en la cárcel a punto de ser decapitado por Herodes, el Señor Jesús se refirió a él con estas curiosas palabras: «Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan» (Lucas 7:28, NVI). Creo que la mayoría de nosotros no nos sorprenderíamos si Jesús hubiera hecho esta declaración acerca del victorioso David, el sabio Salomón o el millonario Abraham. Pero ¿sobre Juan el Bautista? Según los estándares del mundo, Juan fue un fracasado en todas las dimensiones de la vida. Sospecho que la razón por la que esta evaluación de Jesús nos sorprende tanto es porque hemos absorbido el concepto de éxito tipo J1 como la única forma de “triunfar en la vida.”

¿Que ocurrió en la vida de Juan para que Dios se refiriera a Él de esta manera? Aunque nunca se casó ni tuvo hijos, nunca ocupó ninguna posición administrativa y tampoco logró “éxito financiero”, Juan fue hombre de éxito porque temprano en su vida descubrió la misión que Dios tenía para él y la cumplió fielmente. A esto le llamo éxito J2. Antes de que malinterpretes, me apresuro a enfatizar que Dios dirigió igualmente la vida de José. De hecho, es mi personaje bíblico favorito, pero debemos recordar que sus riquezas, fama y poder no fueron un fin en sí mismos, más bien fueron un instrumento para glorificar a Dios en una tierra pagana y para preservar la vida del pueblo de Dios del cuál descendería eventualmente el Salvador del mundo.

La misión de Juan consistió en servir de precursor para el Salvador en su primera venida. En otras palabras, sugiero que el éxito verdadero consiste en cumplir la misión que Dios nos ha encomendado ya sea que nuestra vida termine como la de José (J1) ó como la de Juan (J2). Me parece, sin embargo, que la gran mayoría de las personas que han vivido exitosamente ante los ojos del Creador han vivido en un punto intermedio entre los J1 y los J2. Me refiero a las miríadas de personas que han vivido en bajo perfil dejando un legado moral y espiritual a generaciones futuras. No todas las historias de éxito terminan como la de José o la de Juan.

Finalmente, quiero advertir que una persona que alcanza la fama, el poder o las riquezas alejándose del plan de Dios para su vida, es considerado un fracasado ante los ojos de Dios, aunque el mundo y la iglesia le consideren una persona triunfadora. La clave está en asegurarnos de que como (como José y Juan) estamos viviendo dentro del propósito que Dios diseñó para nuestras vidas. Es mi oración que este nuevo año 2018 te acerque más a tu Señor y puedas comprender su voluntad para ti (Romanos 12:1-2).

Aneury Vargas,
12 de enero de 2018,
AIIAS, Silang, Filipinas

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