POR QUÉ LA VIRGEN MARÍA ME CAE BIEN


Mi primeros contactos con ella ocurrieron cuando yo tenía unos 9 años. Mi papá estaba desempleado y se ganaba la vida haciendo chiripas y rifando en el barrio; pero mi viejo, además de alcohólico también estaba metido en juegos de azar, así que nunca salíamos de problemas financieros. Teníamos en casa una imagen de la Virgen María en la que ella aparecía con una mirada tierna mientras sostenía al niño Jesús en sus brazos.

Papi no le rezaba a la Virgen. Solo le prendía velas, le ponía flores y le ponía agua, pero nos dejaba a mí y a mi hermanito la tarea de rezar ante al cuadro de la Virgen. ¿Por qué? Papi creía que María nos escucharía a nosotros porque—según él creía—éramos niños inocentes. Aunque la mirada maternal de la imagen me enternecía, a pesar de mi corta edad, yo tenía algunas dudas y preguntas. En primer lugar, yo sabía muy bien que mi hermanito y yo no éramos inocentes; luego estaba la curiosidad de por qué había que orarle a una imagen, pero mi principal pregunta era ¿Por qué teníamos que orarle a la Virgen en lugar de orarle a Dios directamente?

Unos años más tarde, siendo ya un adolescente, fui introducido al estudio de la Santa Biblia. Desde ese verano del 1991 y hasta el día de hoy, ese libro nunca ha dejado de cautivar mi mente y mi corazón porque encontré en sus páginas dirección para mi vida al conocer a su Autor y su propósito para mí. El estudio de la Biblia confirmó algunas cosas que había escuchado y me enseñó muchas otras que no sabía. Aprendí mucho más sobre María y ahora adulto, considero que es una pena que las iglesias protestantes no enfaticen con más frecuencia el importante rol de María:

1.     Nunca ha existido ni existirá ningún ser humano más especial que María. Por medio de ella, nuestro Señor se hizo hombre. Fue favorecida y bendita entre todas las mujeres.

2.     Cuando Dios le anunció que había sido escogida para ser la madre virgen del Salvador, ella sabía que su reputación quedaría dañada porque nadie le creería que estaba embarazada sin haber estado con hombre alguno, pero María igual aceptó humildemente la misión que se le encomendó sin importar lo que los seres humanos pensaran de ella.

3.     A pesar de su gran importancia como madre del Salvador del Mundo, nunca se jactó. Más bien vivió dejándonos un ejemplo de humildad, fe y obediencia a Dios.


Desde mi conversión en 1991 hasta el día de hoy, he tenido el gozo de leer la Biblia completa varias veces.  Durante todos estos años de estudio he confirmado que la mayoría de las creencias populares acerca de María carecen de fundamento bíblico. Tú también puedes leer la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis y te darás cuenta que no existe NINGUNA referencia a las ideas de que: (a) María nació pura y perfecta; (b) que resucitó y ascendió corporalmente al cielo; (c) que debemos dirigirle nuestras oraciones a ella porque nuestra intercesora ante Dios; (d) que podemos fabricar y venerar imágenes de ella; o (e) que ella es ‘Madre de Dios’.  

Estas creencias acerca de María están basadas en un rechazo voluntario o una ignorancia involuntaria de algunas enseñanzas bíblicas muy importantes. Las Sagradas Escrituras enseñan que:

1.     “Hay un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Por su condición de ser Dios y hombre a la vez, y por ser el único que vivió una vida completamente libre de culpa y pecado, Jesucristo es nuestro suficiente sacerdote intercesor en el Santuario Celestial (Hebreos 4:14-16; 7:25-27). No necesitamos otro intercesor además de Jesucristo.

2.     María fue el medio que el Padre utilizó para dotar al Hijo de su naturaleza humana, pero no es bíblico referirse a ella como ‘Madre de Dios’, porque ella fue una criatura mortal, mientras que Dios el Hijo existía desde “los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Como dijo el propio Señor Jesús dijo: “Antes que Abraham fuera, yo soy” (Juan 8:58). El título más apropiado que debemos atribuirle es el de una sierva del Señor. Es la manera como ella se refirió a sí misma cuando el ángel le anunció su misión especial (Lucas 1:38).  

3.     María, al igual que todos los santos que han muerto, descansan totalmente inconscientes en la tumba hasta la gloriosa venida del Señor Jesucristo (Salmos 146:4; Eclesiastés 9:4-6; Mateo 16:27; 1 Tesalonicenses 4:13-17).  Tal vez te preguntes cómo es que muchos han asegurado haber visto apariciones de María si ella está descansando en la tumba. Ese será el tema de la segunda parte de esta reflexión.

A lo anterior hay que añadir cuando Dios escribió los Diez Mandamientos, prohibió a sus hijos hacer imágenes, íconos, o ídolos de cualquier ser con el fin de venerarlo o postrarse ante él (Éxodo 20:4-5), pero si eres uno de los millones de cristianos ortodoxos o católicos que durante toda su vida han hecho de María el objeto de su devoción y han venerado sus imágenes, probablemente has desarrollado una conexión tan emocional con ella que este mensaje te resultará chocante y desalentador. Sinceramente comprendo cómo te sientes. No he escrito estas líneas con el fin de ofenderte, sino de compartir contigo dos buenas noticias que Dios tiene para ti:

PRIMERO, el Señor Jesucristo está contigo para amarte, protegerte, interceder por ti. Él es todo lo que necesitas; además, nos ha enviado al Espíritu Santo para consolarte y enseñarte (Juan 14:16-18); en SEGUNDO lugar, Dios ha prometido que resucitará a todos los santos que hayan muerto confiando en Él (1 Corintios 15: 20-23; 51-53). Sin ninguna duda, cuando Cristo regrese, la Virgen María se levantará de entre los muertos y entonces podremos conocerla personalmente, al igual que a todos los santos hombres y mujeres de la antigüedad que murieron confiando en el Salvador. Mientras esperamos ese día, imitemos por la gracia de Dios a quien fue “bendita entre todas las mujeres” y quien nos dejó un ejemplo de fe, humildad, sumisión y obediencia a Dios.

Yo quiero conocer a María en persona, ¿Y tú?

Aneury Vargas,
24 de septiembre de 2017
AIIAS, Filipinas




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