¿TIENEN ALAS TODOS LOS ÁNGELES?
Fue en agosto de
1997. Así que ya hace justamente 20 años
que salí de su hogar. Mi memoria (que
normalmente preserva momentos importantes) no me deja recordar si fueron solo dos
semanas o dos meses. Estaba demasiado turbado como para percibir el paso del tiempo. Solo recuerdo que ellos me invitaron a quedarme en su casa
hasta que me recuperara. Era el verano de 1997 y estaba pasando por uno de los
momentos de desánimo y depresión más terribles de mi vida. Me avergüenzo al
recordar las cosas que sentía y pensaba en aquel entonces. Ni mis familiares
sanguíneos ni mis amigos más cercanos estaban enterados de mi condición.
El pastor Daniel
Durán y su esposa Amarilis Recio no solo me dieron hospedaje y comida, pero
también atención, cuidado y amor. Durante ese tiempo me convertí en el hermano
mayor de José, Danielito y Laurita, pero no creo que ninguno de ellos a su
(entonces) tierna edad comprendieran por qué ese extraño estaba en su casa. Al
final de agosto de ese año me había recuperado y estaba listo para retomar mis
estudios universitarios. El tiempo que
pasé “interno” en casa de Daniel y Amarilis ha tenido un impacto duradero en mi
vida en muchos sentidos.
Pero ¿Por qué
revelar este episodio tan personal de mi vida? Tengo tres buenas razones para ello:
1. Quiero cumplir con el
mandamiento “Honrarás a tu padre y a tu madre” que incluye no solo
a nuestros progenitores biológicos, sino a cualquier adulto que nos ha cuidado
y guiado. Aunque ya les he expresado mi agradecimiento en persona, quiero
reconocerlos y honrarlos públicamente.
2. Quiero motivar a
otros a ser ángeles sin alas para los niños y jóvenes desorientados y
desanimados que se cruzan en su camino.
3. Finalmente, con este
escrito pretendo infundir aliento a los que están pasando por el túnel oscuro
de la depresión. Quiero pedirles que no se den por vencido. Que se atrevan a
buscar ayuda y a sostenerse del Señor mientras pasa la oscuridad. Aunque no
puedas ver ni sentir la presencia del Señor, es tan real como tu propia
existencia. No te rindas.
Las tormentas
tienen el potencial de destruirnos o de fortalecernos. Con frecuencia, Dios
envía ángeles sin alas a socorrernos, orientarnos y recordarnos el propósito de
Dios para nuestras vidas cuando nosotros no podemos verlo por nosotros mismos. Mi relación con Daniel y Amarilis había
iniciado en mayo del 1995 cuando yo llegué a la UNAD. Daniel era mi jefe
inmediato. Él era el preceptor del hogar de varones y yo era uno de los
monitores. Amarilis era la orientadora de la universidad. Fueron como mis
padres. Estuvieron dispuestos a ver en mí algo que yo mismo no podía ver
entonces.
También me
hicieron sentir que yo podía contar con ellos. Por eso no dudé abrirles mi
corazón de una manera que no podía hacerlo con otros. Fueron como ángeles que
Dios puso en mi camino. Aunque no tengas alas, tú también puedes ser como un
ángel para otros al brindar tu amor, apoyo, tiempo, o simplemente tus oídos de
manera desinteresada. Podrías estar
salvando una vida sin darte cuenta.
Gracias, Señor, por enviar esos ángeles sin alas a mi vida. Ayúdame a ser para otros lo que ellos fueron para mí.
Aneury Vargas,
AIIAS, Filipinas
29 de agosto de
2017
Comments
Post a Comment