EL METRO Y LAS ESTACIONES DE LA VIDA


Ayer tenía que predicar en una iglesia que está muy lejos de donde vivo. Después de viajar más de dos horas en autobús para llegar a Manila,  entonces tuve que atravesar gran parte de la ciudad. Gracias a Dios que pude tomar el metro. Había 18 estaciones entre mi punto de partida y mi destino final. Me causó mucha gracia que la quinta estación que pasé se llama Quirino Station (mis amigos dominicanos entenderán).

Durante lo que me pareció un largo recorrido, tuve suficiente tiempo para meditar y se me ocurrió que hay ciertas similitudes entre un viaje en metro o tren, y el viaje de la vida en el que todos participamos.  Bueno, hay similitudes, pero también algunas diferencias. La principal diferencia es que en la vida nosotros no decidimos cuándo comienza ni (en general) decidimos cuándo determina el viaje. 

Entre las similitudes está el hecho de que todos pasamos por diferentes estaciones en la vida. Podemos adoptar varias actitudes frente al viaje, algunas más sabias que otras. Por ejemplo, hay personas que reconocen desde el principio que el viaje no durará para siempre; averiguan cuál es el propósito del viaje y se proponen disfrutar y aprender de cada estación de la vida. Estos son los viajeros más sabios y felices.

Hay un segundo grupo de personas que quieren permanecer eternamente en una estación aun cuando el viaje no ha terminado. Despilfarran sus recursos, energías y tiempo en una sola etapa de su vida, olvidando que habrá otras estaciones en el viaje en las que necesitarán lo que están desperdiciando en una sola parada transitoria. 

Una categoría similar es la de aquellos que continúan el viaje, pero no lo aprovechan a plenitud porque tienen la mente estancada en una estación pasada. Dedican todas sus energías del presente a añorar una etapa de su vida que ya pasó.  El caso de otro es más grave:  pasan por las nuevas estaciones, pero tratan de vivir como si todavía estuvieran en esa estación específica que tanto añoran.

Pero me parece que el grupo más triste lo componen aquellos pasajeros que no disfrutan ni aprovechan las pequeñas bellezas y gozos de cada estación porque están constantemente pensando que la felicidad se encuentra en alguna estación futura. No se dan cuenta que la felicidad acumulada que esperan encontrar en una parada futura probablemente se encontraba distribuida a lo largo del recorrido en pequeñas dosis que no pudieron o no quisieron reconocer por la ansiedad de estar pensando solo en el porvenir.

En ocasiones, el viaje de este tipo de pasajeros termina prematura y trágicamente. Su dificultad de disfrutar los pequeños detalles de cada estación y su ansiedad con el futuro (o con el pasado) los conduce a la desesperación y terminan interrumpiendo su viaje antes de que este llegue a la última estación.

Me gustaría concluir con dos recomendaciones para ti y para mí mismo:

1.     Recordemos que siempre es posible cambiar de actitud frente a la vida. Si hasta ahora no hemos vivido y viajado sabiamente, recordemos que nuestro Creador nos dotó con la facultad de elegir. Usémosla para disfrutar y aprender en cada etapa del viaje.

2.     Seamos corteses, pacientes y respetuosos con nuestros compañeros de viaje. Que un grupo de personas vayan en el mismo vagón no significa necesariamente que se encuentren en la misma etapa de la vida. No olvidemos que siempre hay algo que se puede aprender tanto de los pasajeros más jóvenes como de los más experimentados.

Bueno, cuando faltaban pocos minutos para llegar a donde iba, pensé que mis ojos me engañaban cuando noté que había algo escrito en español (y en tagalo) en el vagón donde viajaba.  Se trataba de la primera estrofa del famoso poema de Antonio Machado:

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Aneury Vargas,
Silang, Cavite, Filipinas
25 de septiembre de 2016


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