“Libérate! Sé tú mismo”


“Sé tú mismo”, “Acéptate tal como eres”, “Libérate”.  Recibimos este mensaje constantemente a través de la música, el cine y la literatura populares. Estas invitaciones nos desafían a liberarnos de las tradiciones y de las expectativas sociales, a no pretender ser lo que en realidad no somos.

Muchas personas encuentran equilibrio emocional y paz mental cuando aprenden a aceptarse a sí mismos tal como son. Descubren que vivir para complacer lo que todo el mundo espera de ellos es una forma miserable de vivir, por eso la idea de ser “uno mismo” trae paz y felicidad a quienes se atreven a liberarse.

Cuando mostramos aceptación incondicional hacia nuestros amigos, familiares y seres queridos en general, estamos proveyendo el ambiente necesario para que lleguen a aceptarse a sí mismos. Un entorno tal motiva a las personas a desarrollar al máximo su potencial y sus virtudes. 

Pero antes de proseguir hay una pregunta importante que necesitamos responder: ¿Es siempre conveniente ser uno mismo? Todos tenemos tendencias adquiridas y rasgos heredados que nos caracterizan como individuos.  Reprimir esas inclinaciones equivale a dejar de ser nosotros mismos.

Aquí tenemos un dilema: Si insistimos en ser nosotros mismos permitiendo que nuestra vida siga su curso natural podríamos terminar destruyéndonos o destruyendo a otras personas, pero si nos abstenemos de ser y hacer aquello que nos caracteriza espontáneamente, estaríamos dejando de ser nosotros mismos.

Es mucho más fácil comprender un concepto cuando se presenta por medio de ejemplos. Aquí te doy uno.  Supongamos que por naturaleza soy cobarde y haragán. En el momento en que decido actuar de manera valiente y laboriosa estoy dejando de ser yo mismo.  Este ejemplo muestra que lo que nos resulta natural y espontáneo no siempre es conveniente.

Hay personas que debido a la crianza, a experiencias de la vida temprana o a la herencia son egoístas, deshonestas, hipócritas, desleales, intemperantes, irresponsables, infieles, pervertidas, iracundas, etc. Si ellos solo hacen lo que les resulta natural (si siempre son ellos mismos), serán una maldición para sí mismos y para los demás.  Ya conocemos el problema, pero ¿cuál es la solución?

Una solución superficial sería hacer algunos cambios externos. Mucha gente tiene suficiente disciplina como para cambiar su dieta, su vocabulario, su forma de actuar en público, su vestimenta, etc.  Sin embargo, cambiar nuestra naturaleza interna es una tarea más complicada. Erradicar el orgullo, los pensamientos impuros, la envidia, el rencor, el egoísmo y el odio no es tan fácil como cambiar la dieta o la forma de vestir. Después de experimentar una crisis existencial, el apóstol Pablo concluyó que necesitaba dejar de ser él mismo, pero ese cambio implicaba de una solución radical:


«He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí» (Gálatas 2:20).

Nuestro Creador nos ama y acepta tal como somos.  Pero nos ama demasiado para dejarnos en nuestra condición natural. Necesitamos dejar de ser "nosotros mismos". Para ello tendríamos que "morir" y permitir que Cristo viva en nosotros. En esto consiste la verdadera liberación. Yo quiero experimentarla ¿y tú?

Aneury Vargas,
Silang, Cavite, Filipinas
6 de junio de 2016

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