Y A TI ¿CON QUIÉN TE CONFUNDEN?
Me ocurrió por primera vez cuando tenía menos de una semana viviendo en El Cairo. Luego pasó varias veces durante todo el tiempo que estuvimos en Medio Oriente (2009-2011). Por motivos académicos, llevo casi tres semanas recorriendo varios pueblos y ciudades del centro y el sur de Filipinas. Cuando estaba a punto de abordar el avión una de las azafatas también me lo dijo: «Señor, usted se me parece mucho al presidente Obama». No hice más que reaccionar con una sonrisa tímida.
Después de
tres días en la isla de Panay, tomé un barco que me llevó a la isla de
Mindanao. Estaba visitando una universidad islámica como parte de mi
investigación. Al pasar junto a un grupo de estudiantes musulmanas noté que
hicieron un comentario y se rieron entre ellas. Le pregunté a mi guía qué
habían dicho y por qué se reían. Contestó: «Ellas dicen que usted se parece a
Obama». La señora de la casa donde me hospedé la siguiente semana fue más lejos
al decirme lo mismo y añadir (después de ver una foto de mi esposa) que ella se
parece a Michelle!
Obama no es
el único con quién me han confundido en Filipinas y en Egipto. El año pasado al
concluir una convención a la que asistí, una de las maestras me pidió que le permitiera
tomarse una foto conmigo y añadió «Es que usted se me parece a Denzel Washington».
La verdad es que no veo en qué me parezco yo a ninguno de esos caballeros. Pero
como la coincidencia se ha repetido en varias ocasiones y en lugares tan
distantes, supongo que se debe a que los filipinos y los árabes no están muy acostumbrados
a ver personas oscuras y todos se les parecen. Yo por mi parte me siento
sorprendido y algo ofendido. ¡Yo siempre creí que a quien me parecía era a Brad
Pitt! Pero como no nunca me han confundido con él, supongo que tendré que
descartar esa hipótesis:-)
Bueno, ya
hablando en serio, me pregunto qué haría falta para que la gente al vernos
dijeran que nos parecemos a Jesucristo. Por supuesto, no me refiero al aspecto
físico. No hay forma de saber cómo era nuestro Señor físicamente mientras vivió
en Palestina hace más de dos milenios. Me refiero a su carácter. El registro de
los evangelios presenta al Salvador como un hombre puro, altruista, con
fortaleza de carácter, sabio, con dominio propio, laborioso y misericordioso. ¿Pueden
ver las personas esos mismos rasgos en nosotros? Según Elena de White, nuestra
semejanza con Cristo es el método evangelístico más eficaz. Ella lo dijo en
estas palabras:
«Un cristiano verdadero y amante es el argumento más
poderoso que se puede ofrecer en favor de la verdad de la Biblia. Un hombre tal
es el representante de Cristo. Su vida es la evidencia más convincente que
puede darse del poder de la gracia divina. Cuando el pueblo de Dios introduzca
la justicia de Cristo en la vida diaria, los pecadores se convertirán y se
ganarán victorias sobre el enemigo» (Dios nos cuida, p. 186).
Yo quiero parecerme al Señor Jesús, ¿y tú?
Aneury Vargas,
Davao City,
Mindanao, Filipinas
26 de
noviembre de 2015
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