COMO VOLCANES PASIVOS
Cuando era muchacho escuché incontables veces que "a los amigos se los ama con su vicio". Creyendo en esa idea en una ocasión mi hermano Moreno y yo le dimos a nuestro viejo una botella de ron Brugal como regalo del Día de los Padres. Pero cuando me convertí en cristiano unos años más tarde, cambié de opinión. Llegué a la conclusión de que cuando se ama a alguien de verdad uno no puede quedarse tranquilo mientras ve a sus seres queridos manteniendo hábitos de autodestrucción. Uno sigue amando incondicionalmente a la persona, pero anhela verla en otra condición.
Un día leyendo el periódico me enteré de que existía una institución llamada Alcohólicos Anónimos que se dedicaba a ayudar a las personas a vencer el alcoholismo. Sabía que mi padre necesitaba urgentemente ser ayudado, pero también sabía que él jamás acudiría voluntariamente a un lugar como ese. Para él, el alcohol era un amigo, no un enemigo. Se me ocurrió entonces llamar a las oficinas más cercanas de Alcohólicos Anónimos. Les expliqué la situación de mi padre y les pedí que me dieran alguna idea, algún truco para llevar a Papi a donde ellos, para que luego ellos pudieran ayudarlo. Pero su respuesta me decepcionó.
Todavía recuerdo la amable voz que me dijo: «Lo sentimos mucho, jovencito. Nosotros no podemos ayudar a su papá. Él tiene que reconocer por cuenta propia que necesita ayuda. En Alcohólicos Anónimos no podemos hacer nada por alguien que no reconoce su problema». No hace falta decir que Papi continuó bebiendo casi cada día de su vida por más de 20 años luego de esa ocasión. La primera lección que aprendí con Alcohólicos Anónimos fue que no es posible ayudar a alguien que no reconoce que necesita ayuda.
Muchos años después de eso tuve el privilegio de pastorear 5 congregaciones en el Nordeste de mi país. Todavía le agradezco a Dios por lo mucho que me enseñaron los hermanos de San Francisco de Macorís. Fueron tan pacientes con ese joven pastor y sin experiencia. Mi esposa y yo recibimos mucho amor y apoyo de su parte. Recuerdo muy especialmente la visita que me hizo un hermano a quien llamaré Pedro. Un día llegó a mi casa por sorpresa. Yo supuse que tenía algún problema. Lo hice pasar. Después de conversar de asuntos generales por un rato, la curiosidad me llevó a preguntar, «Hermano Pedro ¿En qué puedo ayudarlo?» Su respuesta me tomó por sorpresa. «Pastor, yo solamente vine a visitarlo. Usted siempre nos visita a nosotros y entonces yo decidí venir a visitarlo a usted para saber cómo estaba». Wao!! El ministerio pastoral sería mucho más reconfortante si hubiera más personas así en las iglesias.
Pasada una media hora el hermano Pedro se paró y me dijo que tenía que irse porque se le hacía tarde para la reunión. Sabiendo que no había reunión en la iglesia ese día le pregunté que a cuál reunión se refería. Me respondió que iba a la reunión de Alcohólicos Anónimos. Entonces la sorpresa me sobrecogió otra vez. El hermano tenía unos dos años que se había convertido y al enterarme adonde iba yo inmediatamente supuse que tenía un miembro de iglesia que estaba luchando con el alcohol. El hermano se detuvo un momento más para contarme un poco de su historia.
Durante gran parte de su vida adulta fue un esclavo del alcohol. Cuando me dijo que hacía más de 15 años que no consumía ninguna bebida alcohólica le pregunté, «Entonces ¿por qué sigue asistiendo a esas reuniones si hace tanto tiempo que usted ya no es alcohólico?». Lo que aprendí ese día equivale a más de lo que habría aprendido en todo un semestre en el seminario teológico. Se sonrió y me respondió «Querido pastor, el hecho de que hayan pasado 15 años sin que yo consuma alcohol no significa que ya no soy alcohólico. Yo siempre seré un alcohólico aunque no beba. Además tengo que seguir yendo a las reuniones para brindar apoyo y ánimo a las personas que apenas están comenzando su lucha contra el alcohol. Los primeros días siempre son difíciles».
Nunca he podido ni querido olvidar esa visita. Ese día fui pastoreado por una de mis ovejas al aprender una lección que me ha servido de mucho en mi vida cristiana. Por medio de esas dos experiencias con mi papá y el hermano Pedro aprendí tres lecciones que también se aplican muy especialmente a la vida cristiana.
- Dios solo puede ayudarnos, salvarnos, restaurarnos cuando reconocemos que lo necesitamos.
- Seguimos siendo pecadores aunque no estemos cometiendo actos pecaminosos.
- Todos necesitamos de otros para crecer en nuestra vida cristiana.
El tercer y último grupo está compuesto por líderes religiosos (pastores y laicos) que pueden llegar a creer que siendo que dedican mucho tiempo a actividades e ideas religiosas ya son inmunes al pecado. El hermano Pedro me dijo que como él sabe que es un alcohólico pasivo siempre trataba de mantenerse tan alejado del alcohol como le fuera posible. Las personas que no reconocen su condición pecaminosa a veces corren riesgos innecesarios porque se consideran inmunes al pecado. No hay peor engaño que ese.
Al igual que Alcohólicos Anónimos, la iglesia debe ser una comunidad terapéutica, es decir, una ambiente al que vienen los pecadores que reconocen que necesitan ayudan. No habría nada más ridículo que un hospital en el que los enfermos se jactan de su enfermedad o la usan como una excusa para vivir vidas desordenadas ¿Quién podría imaginarse un hospital en el cual los pacientes se burlaran de las enfermedades de los otros? Algo así como un enfermo de neumonía burlándose de un enfermo de hemorroides, o un enfermo de cáncer juzgando a un enfermo de sida. No podría haber una ridiculez mayor.
Todos los pecadores estamos enfermos, ya sea que algunos tengamos un visible sarampión o una oculta gastritis. Todos somos pecadores condenados a muerte. No hay esperanza alguna para nosotros a menos que reconozcamos nuestra verdadera condición. Fue por esta razón que nuestro Señor declaró:
«Los que están sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al
arrepentimiento» (Lucas 5:31-32).
Quizá te estarás preguntando qué tiene que ver la foto que aparece más arriba con este mensaje. Bueno, en primer lugar la puse para llamar tu atención a fin de que leyeras esta reflexión:-) En segundo lugar, porque tiene una lejana aplicación. La foto fue tomada en febrero del 2009 cuando nuestra familia visitó el bello país de Costa Rica a fin de asistir a un seminario de tres semanas para misioneros. El último día nos llevaron a un Parque Nacional donde está ubicado el Volcán Poás, que fue donde nos tomamos la foto. En el fondo de la foto se puede apreciar el cráter del volcán que parece un lago humeando. El Volcán Poás ha hecho erupción 39 veces desde 1828, y nunca se sabe cuándo será la próxima.
Los seres humanos somos como volcanes pasivos, podemos hacer erupción en cualquier momento porque esa es nuestra naturaleza. Por esa razón necesitamos reconocer nuestra condición y buscar la única medicina que nos puede ayudar: el Señor Jesucristo. Elena G. de White nos recuerda que:
"Puesto que somos pecadores y malos, no podemos obedecer perfectamente una ley santa. No tenemos justicia propia con que cumplir lo que la ley de Dios exige. Pero Cristo nos preparó una vía de escape. Vivió en esta tierra en medio de pruebas y tentaciones como las que nosotros tenemos que arrostrar. Sin embargo, su vida fue impecable. Murió por nosotros, y ahora ofrece quitar nuestros pecados y vestirnos de su justicia." –El Camino a Cristo, pág. 62
Comments
Post a Comment