EL ERROR DE TUTANKHAMÓN
EL ERROR DE TUTANKHAMÓN
Escrito en diciembre del 2011 desde El Cairo:
Durante 2 años y 4 meses he estado compartiendo con
ustedes algunas reflexiones basadas en nuestras experiencias en
Egipto. Durante nuestra estadía aquí todos nuestros esfuerzos se han
centrado en conocer, comprender, servir y amar al pueblo del Egipto
moderno. Tengo poco interés personal en el Egipto antiguo que
cautiva a los lectores de National Geographic y a los
televidentes de Discovery Channel. Me parece que la
historia y la arqueología de las antiguas civilizaciones que vivieron en este
maravilloso país son sumamente importantes e interesantes, pero conocer a los
egipcios modernos, su cultura y su civilización ha sido nuestra prioridad; de
modo que mi conocimiento sobre pirámides, jeroglífico, momias y faraones sigue
siendo tan rudimentario como antes de venir a Egipto, excepto por una experiencia
diferente que tuve al comienzo de esta semana, la cual me hizo dedicar este
último mensaje al antiguo Egipto.
Un amigo norteamericano que nos visitó esta semana se
quedó sorprendido al enterarse de que no habíamos visitado el Museo Egipcio
situado en la célebre Tahrir Square (Plaza de la Liberación), y entonces se
ofreció a llevarnos al museo y pagar todos los gastos. Fue una
experiencia sumamente emocionante ver en persona miles de artefactos, estatuas,
pinturas, manuscritos que reviven miles de años de historia. A mi
esposa y a mí nos resultó particularmente interesante contemplar de cerca las
momias de algunos faraones y ver cómo se han conservado las uñas, el pelo, los
dientes y la piel de cadáveres que fueron embalsamados miles de años
atrás. En el museo también se pueden ver momias de perros, gatos,
monos, halcones, serpientes, vacas y caballos. Irse de Egipto sin
haber visitado este museo habría sido un “pecado imperdonable”.
Una sección bastante espaciosa del segundo piso del
museo está dedicada a uno de los faraones más famosos, Tutankamón, quien
gobernó Egipto por 10 años (1333-1323 a.C.) durante la 18° dinastía del
denominado Nuevo Reino. La tumba de Tutankamón fue descubierta en 1922 por el
destacado arqueólogo y egiptólogo británico Howard Carter, en el Valle de los
Reyes situado en Luxor (antigua Tebas) a unos 800 kilómetros al sur del
Cairo. Carter encontró unos 3500 artículos en la tumba descubierta,
muchos de ellos de oro o plata. Entre ellos están la famosa máscara
fúnebre, varias estatuillas, el cuádruple sarcófago en oro puro, bastones,
armas, varias camas, sillas y otros mobiliarios; además de joyas, ropa y hasta
alimentos. Quedamos boquiabiertos al ver de cerca cosas que solo
habíamos visto en fotos de libros de historia o en la televisión. Me parece que
con todo el oro encontrado en esa tumba se podría pagar la deuda externa de
República Dominicana, bueno, exagerando un poquito.
Los antiguos faraones eran sepultados con una
parte de sus posesiones que se creía ellos necesitarían después de la
muerte. Como fue mencionado, la tumba de Tutankamón, por ejemplo,
contenía miles de artículos personales. Aún las mascotas de los
faraones eran embalsamadas y sepultadas, junto a las demás posesiones del
difunto. El Apostol Pablo escribió un interesante mensaje que habría
venido bien tanto al Tutankamón en la antigüedad como a muchos de nosotros en
la actualidad. 1 Timoteo 6:6-10 dice:
«Pero la
piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de
contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada
podemos sacar de él. Y si
tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. Pero los
que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y
dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz
de todos los males es el amor al dinero, por el
cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos
dolores.»
En otras palabras, no importa cuántas cosas hayamos
acumulado en esta vida, a la hora de partir tenemos que dejarlas. Aunque
intentemos llevarlas con nosotros, se quedarán en este mundo (sino pregúntenle a
Tutankamón). Pablo también advierte sobre el peligro de hacer de la
búsqueda del dinero la fuerza propulsora de nuestras vidas, pues está ambición
se constituye en la raíz de todos los males. Está de moda en algunos
círculos cristianos el proclamar que la abundancia material es una señal de que
contamos con la bendición de Dios y que la ausencia de ella significa que aún
no hemos recibido la bendición. Con esta excusa piadosa, algunas se
embarcan en una carrera alocada en busca de “la bendición del Señor”, es decir,
las propiedades materiales.
Pero hay otro extremo igualmente peligroso, es el de
olvidar que el Señor quiere que seamos administradores sabios y laboriosos de
los bienes y oportunidades que él nos ha confiado. Algunos
consideran que la pobreza es una virtud en sí misma y descuidan las
oportunidades de trabajar y hacer provisión para su familia y para el
futuro. Quienes así piensan tienen un enfoque tan “espiritual” de la
vida que se olvidan de cumplir con sus responsabilidades en este mundo. El
capítulo 4 del primer libro de Reyes registra la historia de un hombre que en
mi opinión tenía una visión desequilibrada de la vida. El primer
versículo del capítulo dice:
«Y una
mujer de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo, diciendo: Tu
siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo
temía al SEÑOR; y ha
venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos.»
Esta es la historia de un hombre muy piadoso y
religioso que “temía al Señor”. Probablemente estaba tan ocupado “en
las cosas de Dios” que descuidó su responsabilidad de proveer para su
familia. Al morir repentinamente, solo dejó deudas a su mujer y a
sus hijos. A este hombre también le hubiera caído bien leer otro
mensaje escrito por el Apóstol Pablo, registrado en 1 Timoteo 5:8
«El que
no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la
fe y es peor que un incrédulo.»
Esta semana leí en las noticias de Yahoo sobre una
anciana italiana viuda y sin hijos que consideraba a su gato como su mejor
amigo. Al parecer la doña no quería cometer el mismo error de
Tutankamón de querer llevarse todas sus posesiones al más allá, así que decidió
dejarle toda su herencia de 13 millones de dólares al ser más querido de su
vida, su gato. Según el testamento, la enfermera de la viuda debe
administrar la herencia y asegurarse de que al “lindo gatito” (como diría
Piolin) no le faltara nada en la vida.
Al enterarse de esta fenomenal noticia, cientos de
personas escribieron al abogado de la difunta para ofrecerse a adoptar a este
“pobre” gatito que no tenía a nadie en la vida. Me impresiona mucho
la generosidad de esta gente tan altruista y desinteresada; y me pregunto por qué
nadie se ofrece a adoptar los miles de gatos realengos que deambulan por las
calles del Cairo.
En resumen, debemos evitar los dos extremos. A
continuación dos pasajes bíblicos que ilustran los dos lados de la
moneda: sabiduría y laboriosidad por un lado, y no hacer de lo material lo
más importante en nuestras vidas, por otro:
«Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en
vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos
mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no
tengáis necesidad de nada.» (1
Tesalonicenses 4:11, 12).
«Ninguno puede servir a dos señores; porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios y a las riquezas. Por tanto
os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de
beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el
alimento, y el cuerpo más que el vestido?... Mas buscad primeramente el reino
de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que,
no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán.
Basta a cada día su propio mal.» (Mateo 6:24, 25, 33, 34).
No importa cuán difícil sea la situación en la que nos
encontremos. Después de cumplir fielmente la parte que nos
corresponde desempeñar, descansemos en el amor y cuidado de nuestro amante
Padre. Me despido con una de mis citas favoritas de Elena G. de
White:
«Para proveernos lo necesario, nuestro Padre celestial tiene mil
maneras de las cuales nada sabemos. Los que
aceptan el principio sencillo de hacer del servicio de Dios el asunto supremo,
verán desvanecerse sus perplejidades y extenderse ante sus pies un camino
despejado.» (Ministerio de Curación, p. 282).
Aneury Vargas,
El Cairo, Egipto
16 de diciembre de 2011
Comments
Post a Comment