CUANDO LOS CRISTIANOS SE EMBRIAGAN

CUANDO LOS CRISTIANOS SE EMBRIAGAN

Tenía unos 14 ó 15 años la última vez que consumí alcohol.  Siendo hijo de un padre alcohólico y habiendo visto lo que el ron había hecho de mi padre y de muchos de sus amigos, no tenía mucho interés en seguir ese camino.  A pesar de eso, hubo por lo menos cuatro ocasiones en mi vida (casi siempre en navidad) cuando me dejé llevar de la presión del grupo y terminé “ajumao”.  La última vez fue la peor. Fue con cerveza en una “kermesse” del colegio. Me volví un perfecto disparate y al día siguiente decidí que eso nunca ocurriría otra vez. Unos meses más tarde entregué mi vida al Señor Jesucristo y desde entonces nunca más me he acerqué a ningún tipo de bebida alcohólica.

La gente puede hacer cosas extrañas cuando está bajo los efectos del alcohol.  Lo comprobé una vez que le di un beso a una muchacha de mi barrio que tenía tiempo enomorá de mí. El interés no era mutuo. Yo no me la encontraba muy bonita, pero ella aprovechó un día que yo esta “encendido” para pedirme un beso. Me di cuenta de lo que había hecho al día siguiente.

A los levitas que oficiaban en el Santuario del Antiguo Israel se les prohibía estrictamente el consumo de vino o sidra a fin de que pudieran «discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio». La otra razón por la que se les exigía abstinencia total era para que pudieran cumplir con su rol de «enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová» había dado (Levítico 10:9-11).  Evidentemente, el consumo de bebidas alcohólicas reduce o neutraliza nuestra capacidad para razonar, discernir y decidir sabiamente. 

Pero en realidad he escrito este mensaje para hablar sobre otro tipo de bebidas y otro tipo de embriaguez.  El año 1994 fue especial en varios sentidos para varias personas.  La foto que aparece más arriba me la tomé precisamente en ese año cuando me hice mayor de edad. 1994 fue un año especial para Quisqueya al cumplirse entonces 150 años de su independencia nacional.  En el mismo año, los Adventistas del 7mo Día conmemoraron el 150 aniversario del Gran Chasco, un acontecimiento que dio origen al Movimiento Adventista.  Pero mientras estas conmemoraciones y celebraciones tenían lugar en Occidente, del otro lado del mundo, en un pequeña país de África Central se desarrollaba una escena totalmente diferente. Casi toda la nación se encontraba en estado de embriaguez y las consecuencias de esa embriaguez no pudieron ser más nefastas.

Ruanda es uno de los países más pequeños de África. Tiene 24,000 kilómetros cuadrados, es decir la mitad de la superficie de República Dominicana, pero con la misma población nuestra (unos 10 millones), convirtiéndolo también en uno de los territorios proporcionalmente más poblados en el continente negro.  Ruanda se distingue además por ser uno de los países más cristianizados de África. Mucho más del 80% de la población profesa la fe cristiana.  Además de la Iglesia Católica, a la que pertenece la mayoría de los ruandeses, en Ruanda hay grandes cantidades de Evangélicos, Adventistas y Testigos de Jehová. A diferencia de otros países africanos, en Ruanda los animistas y los musulmanes son minoría.

Supongo que te estarás preguntando en qué consistió la borrachera colectiva y cuáles fueron las fatales consecuencias a las que me refería más arriba.  Te respondo en pocas palabras.  La mayoría de los ruandeses se embriagó de nacionalismo y de racismo. En menos de 4 meses, en medio de un frenesí descontrolado, fueron asesinadas más de 800,000 personas pertenecientes a un grupo étnico minoritario, pero ¿cómo y por qué ocurrió tal tragedia casi en los albores del siglo XXI? En todo caso, ¿qué tiene que ver con nosotros un asunto que ocurrió hace más de 20 años en un lugar tan lejano?

Desde que vi las imágenes en la TV en 1994 hasta el día de hoy el genocidio de Ruanda nunca ha dejado de cautivar mi atención. He leído mucho sobre el tema, he visto películas, he conversado con ruandeses en República Dominicana, Egipto y en Filipinas.  Dos de los profesores que tuve en mis años de estudiante universitario en la UNAD vivieron en Ruanda antes de la tragedia y me explicaron por qué no se sorprendieron cuando ocurrió. El 25 de diciembre pasado almorzamos con una señora que era misionera en Ruanda y que fue testigo ocular de la masacre. Nos mostró algunas fotos. Hace un par de horas que tuve mi segunda entrevista sobre el tema con un compañero de estudio que también es ruandés.  Pero ¿por qué este tema me llama tanto la atención? Mi curiosidad tiene que ver con la participación de los cristianos en la matanza.  

Te explico. Ruanda tiene dos grandes grupos étnicos: los Hutus (90% de la población) y los Tutsis (10%).  El país fue colonizado por los alemanes primero y luego por los belgas.  Durante la época colonial, los europeos gobernaron y oprimieron a la mayoría Hutu por medio de los Tutsis que eran generalmente más ricos, más educados y físicamente más altos.  Como era de esperarse, cuando Ruanda obtuvo su independencia de Bélgica en 1962, la mayoría Hutu tomó el control político y militar del país. Desde entonces los Hutus comenzaron a albergar planes de vengarse de los Tutsis.  Temiendo por su vida, muchos de estos abandonaron el país, pero aquellos que quedaron comenzaron a sufrir discriminación y persecución. Los Tutsis en el exilio organizaron un grupo guerrillero con planes de invadir Ruanda y retomar el poder.

Esa era la situación cuando el avión presidencial en el que viajaba el presidente ruandés fue derribado al regresar de una conferencia de paz con los rebeldes en un país vecino.  Los Tutsis fueron acusados de la muerte del presidente y esta fue la excusa perfecta para llevar a cabo un plan que tenía ya varios años de organizado: el exterminio total de todas las “cucarachas”, como se referían los Hutus a los Tutsis.  Fue allí donde se intensificó una embriaguez que había nacido un tiempo antes.

El Ejército Hutu y las milicias organizadas por el gobierno no usaron cámaras de gas, como las usadas por Hitler contra los Judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco usaron armas bioquímicas como las usadas por Saddam Hussein contra la Kurdos iraquíes en los 90s. Nada de eso.  El gobierno distribuyó machetes y palos para llevar a cabo la planeada «limpieza étnica».  Casi un millón de personas fueron asesinadas a palos y machetazos. La casi totalidad de las víctimas pertenecían a la etnia Tutsi, pero también fueron asesinados muchos  Hutus que se opusieron al genocidio o que trataron de proteger a los Tutsis. 50,000 Hutus perdieron la vida por esta razón. Tales son los efectos de una embriaguez colectiva.

Prácticamente todos los grupos cristianos participaron en la masacre. Los profesores belgas que tuve en la UNAD, me contaban cómo, durante el tiempo que ellos estuvieron en Ruanda, algunos estudiantes en la Universidad Adventista de Ruanda en los pasillos y en las aulas hacían bromas acerca de los “cucarachas” Tutsis.  El pastor Leonidas con quien conversaba esta tarde me contó de un presidente de asociación que fue juzgado después del genocidio. Se encargaba de esconder Tutsis en las iglesias y luego les indicaba a las turbas Hutus donde se encontraban. Evangélicos y Católicos hicieron lo mismo. La notable excepción fueron los Testigos de Jehová por su tradicional y encomiable posición de no participar en asuntos políticos y de no portar armas. 

Reflexionando sobre la vergonzosa participación de los cristianos en el genocidio, el destacado antropólogo cristiano Paul Hiebert declaró que el problema se debió en gran medida a que durante muchos años los misioneros y los líderes religiosos se concentraron en el crecimiento numérico de las iglesias en Ruanda. Era un orgullo tener muchos miembros y establecer muchas instituciones.  Pero estos cristianos, añade Hiebert, eran más que todo, miembros de iglesia. No eran discípulos de Jesucristo. Su cristianismo era una capa superficial que disimulaba el hecho de que su verdadera lealtad le pertenecía a su grupo étnico y no al Señor Jesucristo. Esta realidad salió a la luz cuando casi todos los cristianos Hutus se embriagaron de nacionalismo y racismo, literalmente asesinando aún a sus hermanos en Cristo.

¿Cuál fue la reacción de la comunidad internacional mientras estas atrocidades ocurrían en Ruanda? Una increíble indiferencia ¿Qué en cuanto a los «policías del mundo» que con frecuencia envían sus tropas, o por lo menos sus drones, a varios lugares para «defender la libertad de los pueblos y promover la democracia»? Tampoco hicieron nada, lo cual no es difícil de comprender ya que después de todo Ruanda es un país chiquito, lleno de gente prieta que no tiene ni diamantes ni petróleo. Ahí no había nada que buscar.

No quiero establecer paralelos entre la situación de Ruanda de 1994 y la situación actual de República Dominicana. Los cuadros son totalmente diferentes. Pero sí quiero aprovechar para extraer algunas lecciones que pudieran servirnos de vacuna, especialmente para los cristianos de Quisqueya.  He escrito esto porque he estado notando entre algunos cristianos jóvenes y adultos unas actitudes nacionalistas y racistas que me preocupan mucho.

Para los fines de esta reflexión defino el nacionalismo como un patriotismo exagerado e idólatra que raya en la xenofobia.  El concepto de racismo que tengo en mente es el de una actitud casi idolátrica que considera la raza propia como superior mientras mira a algunas personas de otras razas y nacionalidades como menos que seres humanos. Este tipo de nacionalismo y racismo tienen el potencial de embriagar, y en momentos de crisis pueden resultar catastróficos. Creo firmemente que los verdaderos discípulos de Jesucristo son ciudadanos responsables, interesados en los problemas de la sociedad y de la comunidad donde viven, pero cuya lealtad suprema se la deben a Jesucristo, no a su país, su raza, su clase social. El apóstol Pablo nos recuerda que,

«En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20).

En cuanto al escenario actual de República Dominicana, me parece que las autoridades deben tomar medidas urgentes y sabias.  No quisiera adoptar una postura demasiado pesimista, pero me parece que si la inmigración ilegal de los haitianos al país no se controla los resultados en ambos lados de la frontera van a ser problemáticos.  Pero quiero repetir lo que he escrito antes. Por un lado, el tema migratorio es un asunto que le toca resolverlo a las autoridades competentes; por otro lado, al resto de nosotros nos toca practicar la regla de oro: tratar a los inmigrantes haitianos de la misma forma en que nos gustaría que fueran tratados nuestros compatriotas (legales e ilegales) que viven en Puerto Rico, Nueva York o España.   

También creo que tanto las autoridades dominicanas como la población en general deben hacer una distinción entre los haitianos indocumentados, los haitianos que residen legalmente en el país y los dominicanos de origen haitiano. Los tres grupos deben ser vistos y tratados con plena dignidad como seres humanos, pero está claro que el estatus legal de cada grupo es totalmente distinto. 
No olvidemos que aunque originalmente los dominicanos éramos solo una mezcla de sangre principalmente taína, africana y española, el mosaico racial se enriqueció más cuando llegaron los chinos de Bonao, los judíos de Sosúa, los árabes de la capital, los cocolos de San Pedro y la Romana, y muchos otros. 

Tampoco debemos olvidar que los españoles trajeron una gran cantidad de esclavos africanos a La Hispaniola a trabajar en la industria azucarera cuando ya habían exterminado a casi todos los indígenas.  Los descedientes de esos esclavos son negros dominicanos que no están mezclados ni con los caribeños cocolos ni con los haitianos que llegaron más tarde. 

Pero además de árabes, chinos, cocolos y europeos, la mezcla racial de nuestro país también incluye una porción de dominicanos de origen haitiano cuyos padres, abuelos y bisabuelos fueron traídos al país por las autoridades dominicanas hace muchos años. Por todo esto,  los apellidos en Quisqueya son tan variados. Además de los Pérez, Martínez, Fernández y Mejía, también están los Walker, Johnson, White, Ng, Ju, Wu, Chahín, Hasbún, Hazim, Acta, Naar, Abinader, Piantini, Vicini, Bonetti, Maggiolo, Billini, Saint-Hillaire, Chevalier, Lapaix, Deschamps, etc. Cuando pensamos en esta realidad se hace más difícil definir que es un «dominicano de pura cepa».

Concluyo deseando que la actual crisis termine con un capítulo mejor que los capítulos que hemos leído hasta ahora. Oro para que Dios conceda sabiduría a los líderes de ambos países y de la comunidad internacional de modo que haya una salida que pueda prevenir una crisis mayor. También oro para que, sea que la crisis se resuelva o empeore, por lo menos los cristianos mantengan la cordura y no se embriaguen. Al final y al cabo, cuando un grupo de amigos sale a beber, siempre es bueno que quede por lo menos uno sobrio que pueda conducir a los ebrios de vuelta a casa al final de la parranda. Sobre nuestra misión en la sociedad, nuestro Señor declaró,

«Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee.  Ustedes son la luz del mundo… Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo» (Mateo 5:14-16).
En Ruanda, los cristianos se embriagaron y no cumplieron con sumisión de ser diferentes, de ser «luz del mundo» y «sal de la tierra».  Ojalá que los cristianos dominicanos aprendamos de esa lección.

Aneury Vargas,
Silang, Cavite, Filipinas,
12 de enero 2015.

PD: El siguiente es el link de otra reflexión que escribí sobre el mismo tema. 
http://pensadorycreyente.blogspot.com/2014/12/hola-queridos-amigos.html



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