TIPO CAMELLO
TIPO CAMELLO
Hace 9 años viajé a Estados Unidos por primera vez. Estaba asistiendo al
congreso mundial que la iglesia adventista celebra cada 5 años. En realidad yo
no era delegado oficial, pero a los pastores interesados en asistir (y que
reunieran ciertos requisitos) nuestra asociación les cubrió la mitad de los
gastos de hotel. Así que a mí me tocaría pagar el boleto aéreo, la alimentación
y la mitad del hospedaje. No estaba seguro de si incurrir en esos gastos por
algo que era más bien opcional. Además mi hijo Abdiel acababa de nacer. Me daba
pena dejar a mi Morena sola en esos días. Pero ella, muy altruista como
siempre, prácticamente me obligó a ir. Así que invertimos los ahorros que
teníamos en ese viaje.
La ciudad de St. Louis (Missouri) me pareció preciosa, limpia y
organizada. Tenía un solo problemita. La comida no era barata. Por lo menos, no
en los negocios cercanos al centro de convenciones y a nuestro elegante
Marriott Hotel. No disfrutaba la comida cada vez que tenía que pagar 10 ó 12
dólares por un plato de comida. La situación fue difícil hasta que uno de mis
compañeros de habitación me contó de un restaurante chino donde vendían comida
barata. Decidí probar y ¡Bingo! No solo vendían comida barata, sino que uno
podía servirse todas las veces que uno quisiera siempre y cuando no sacara nada
del restaurante. Todo eso por solo 5 dólares.
Necesitaba terminar mi viaje con algo de dinero en los bolsillos para
comprar algunos regalos para mi familia. Con ese propósito en mente decidí que
iba a comer una sola vez al día. Mi plan era sencillo. Iría a las reuniones del
congreso sin desayunar. A las 11 de la mañana me iría al restaurante chino. Me
comería el equivalente del desayuno, el almuerzo y la cena; y después de haber
acumulado toda esa comida en mi cuerpo, entonces pasaría el resto del día “en
ayuno”. Así ahorraría tiempo y dinero. Pero mi brillante plan no funcionó. Lo
intenté por dos días. El asunto es que a eso de las 2 de la tarde, y después de
esa soberana “jartura” sentía que me estaba volviendo loco del hambre. Tal vez
por el pensamiento de saber que pasaría 24 horas sin comer. Pero Dios en su
misericordia, me envió una pareja de ángeles a quiénes había usado varias veces
antes y después de esa ocasión para rescatarme: el pastor Daniel Durán y su
esposa Amarilis Recio, mis padres postizos a quienes conocí cuando era
estudiante en la UNAD.
Supongo que te estarás preguntando qué tiene todo esto que ver con el
tema de conocer a Dios que iniciamos en la reflexión anterior. Mucho. Mi
experiencia en St. Louis me enseñó que uno no puede acumular comida en el
cuerpo para luego pasar mucho tiempo sin alimentarse. Bueno, resulta que para
poder conocer a Dios y aprender a distinguir su voz necesitamos a pasar tiempo
a solas con él cada día. Ese debe ser un tiempo de calidad dedicado a la
oración, la meditación y el estudio de Su Palabra. Es en esos momentos de
quietud y comunión con nuestro Creador cuando Él nos habla de manera personal y
aprendemos a escuchar y distinguir su voz.
Nuestro Señor Jesucristo, al convertirse en ser humano, vivió una vida
de continua dependencia del Padre. Aunque nunca dejó de ser Dios mientras
estaba en la tierra, se sometió al Padre Celestial para enseñarnos a hacer lo
mismo. Por ejemplo, después de un largo día terriblemente agotador, la Palabra
nos dice que “levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue
a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35). Pero todos sabemos por
experiencia personal que encontrarnos a solas con Dios cada día no es fácil. En
primer lugar, nosotros por naturaleza no estamos inclinados a las cosas
espirituales. Podríamos dedicar mucho tiempo a actividades religiosas, sobre
todas a aquellas en las somos vistos por los demás (cantar, predicar,
participar en dramas, asistir a reuniones públicas, etc.). Pero en el fondo de
nuestro corazón sabemos bien que ser religiosos y ser miembros activos de la
iglesia, no es sinónimo de vivir en comunión con Dios. Con frecuencia la vida
devocional privada de muchas personas es pobre e irregular. Irónicamente, en
muchos casos la causa es precisamente las muchas cosas buenas en la que estamos
involucrados (estudios, trabajo, relaciones sociales y actividades religiosas).
Nunca les pregunté a los camellos en Egipto, pero luego leí en el
website de un zoológico que ellos realmente pueden pasar hasta 6 meses sin
beber agua. Durante ese tiempo pueden extraer energía de sus jorobas llenas de
grasa hasta que llegue la siguiente “recarga”. Algunos cristianos tratan de
vivir de la misma manera. Quieren servirle al Señor y reconocen que necesitan
pasar tiempo a solas con Dios, pero están tan ocupados que “no tienen tiempo”
para encontrarse a solas con Dios. Lo que hacen es que intentan “consagrarse”
en algunas ocasiones especiales para luego vivir “sin comer” durante varios
días o semanas. Espero que ya estés convencido que este método solo le funciona
a los camellos. Me quiero despedir con una de mis citas favoritas de Elena
White:
“Conságrate a Dios todas las mañanas, haz de esto tu primer trabajo. Sea
tu oración: ‘Tómame ¡oh Señor! Como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a
tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora en mí y que toda mi obra se hecha en
ti.’ Este es un asunto diario. Cada mañana conságrate a Dios por ese día.
Somete todos tus planes a él para que sean ejecutados o abandonados según lo
indique su providencia. Así día a día sea puesta tu vida en las manos de Dios y
será semejante a la de Cristo” (El Camino a Cristo, p. 70).
En la vida espiritual, nadie muere de “ataque cardíaco”. Todos los que
se apartan del Señor aparentemente de repente, es porque estaban viviendo como
“cristianos camellos” bebiendo de su joroba por días. Su relación personal con
el Señor se fue debilitando en privado y se fueron muriendo poco a poco. Para
los demás fue una “muerte súbita”, pero ellos mismos y Dios sabían que el
enfriamiento fue paulatino.
Recuerda que la meta es responder a la primera pregunta “¿Quién eres,
Señor?” para luego poder escucharlo a Él cuando el responda la segunda pregunta
“¿Qué quieres que haga?”
Que Dios te bendiga,
Aneury Vargas
(Continuará).
Aneury Vargas
(Continuará).
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