JUANES TIENE UNA NEGRA Y YO UNA ROJA
JUANES TIENE UNA NEGRA Y YO UNA ROJA
Hola, queridos amigos y amigas,
No sé cuántos de ustedes recuerdan la popular
canción de Juanes “la camisa negra”. Ah, no tengan miedo de admitir
que la han escuchado. No se preocupen, no hay pecado en haberla
oído, sólo en haberla bailado. Bueno, pues en este mensaje que
conmemora nuestros casi 9 meses en Egipto, quiero mencionarles algunos detalles
sobre otra camisa. Pero deben saber que ni es negra ni es de Juanes.
Es una camisa roja que conseguí de medio uso (no
fue en la pulga) cuando mi esposa y yo servíamos en San Francisco de Macorís
hace 8 años. Desde entonces, ambas (mi esposa y mi camisa roja) me
han acompañado en los momentos difíciles de mi vida y también en los de
bonanza. Varios años después me la sigo poniendo casi cada semana. Permítanme
decirles por qué es mi camisa favorita: Es de cuadritos, es manga corta, no hay
que ponérsela por dentro, me pega con jeans y con pantalones de vestir, me pega
con mis pantalones negros y también con los azules (los que tienen buena
memoria recordarán que son los colores que más uso en pantalones). Otras
razones por las que me gusta mi camisa roja es porque no se le nota el sucio,
va sin corbata, no hay que plancharla después de cada lavada y es de excelente
calidad (no es Made in China).
Para los que tengan dudas de cuánto me gusta mi
camisa roja, aquí les mando algunas fotos en las que aparezco con mi camisa
roja en diferentes años (2004, 2005, 2006, 2009, 2010) y en diferentes lugares
(Santo Domingo, San Cristóbal, Costa Rica, Perú, Estados Unidos, Egipto). Como
las modas se repiten cada cierto tiempo tengo la esperanza de preservar mi
camisa roja para dársela a Abdiel como regalo de bodas, si todavía estamos en
este mundo. Espero que él la valore y la disfrute tanto como yo.
Voy a dejar la camisa roja tranquila por un rato
para hablarles de nosotros. Bueno, les cuento que cuando estábamos
en el seminario de preparación para obreros interculturales en Costa Rica, los
instructores hablaban de los desafíos de aprender un nuevo idioma y adaptarse a
un nuevo clima. Como mi esposa y yo éramos los más jóvenes de las 17
familias que participaban en el seminario, yo no presté tanta atención a ese
detalle. Confiaba en que nuestros juventud sería una gran ventaja y
que nos adaptaríamos sin mayores dificultades y que aprenderíamos el idioma más
o menos rápido.
Pues no ha sido como pensábamos. El
invierno fue terriblemente frío para nosotros que venimos de un clima
tropical. La temperatura bajaba hasta 8° Celsius, que para un
dominicano es demasiado frío. Por otro lado, para sorpresa mía, el
verano promete ser más caluroso de lo que nosotros estamos acostumbrados. Antes
de ayer la temperatura subió hasta los 42 grados mientras en Santo Domingo estaba
en 29°. Era un calor insoportable. En cuanto al idioma, estamos
avanzando. Pero el proceso ha sido más lento de lo que habíamos
planeado. Creo que estábamos poniendo nuestra confianza en nuestra
edad, en vez de ponerla totalmente en el Señor. Esto me recuerda las
palabras del profeta Isaías cuando declaró que “los muchachos se
fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen. Pero los que
esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isaías 40:30, 31). Por
favor, manténgannos en sus oraciones para que el Señor nos provea esas
fuerzas para seguir trabajando para Él donde quiera que Él nos necesite.
Volviendo a mi camisa roja, algunos textos de la
Palabra de Dios me han convencido de que (en caso que Abdiel me la rechace) no
podré ni tendré que llevármela al cielo. En el Reino nuestro Señor
tendrá mejores vestimentas para nosotros. Las Escrituras hacen
referencia varias veces al hecho de que necesitamos estar vestidos con la
justicia de Cristo si hemos de llegar al Reino y si hemos de cumplir nuestra misión
en este mundo. Génesis 3:21 nos recuerda que cuando Adán y Eva
pecaron Dios les quitó el vestido de hojas secas que ellos habían hecho y los
vistió con vestimenta de pieles ¿dónde habrá conseguido Dios esa piel si aún
existía la muerte en el Edén? Probablemente Dios sacrificó un cordero.
¿Se acuerdan de la parábola de la fiesta de bodas
en Mateo 22? El versículo 10 dice que los siervos del Rey “salieron
por los caminos, y juntaron a todos los que hallaron, malos y buenos.
Y la sala se llenó de convidados”. Esto representa la invitación
de Dios a la humanidad. Pero el versículo 13 concluye la historia
diciendo que el Rey ordenó que uno de los invitados fuera lanzado a las
tinieblas de afuera atado de manos y pies ¿Por qué tomó el Rey esta acción tan
drástica hacia este hombre? ¿Porque era malo? No. Este hombre
experimentó el llanto y el crujir de dientes porque no tenía puesto el vestido
de bodas. Trató de entrar al Cielo con su propia justicia.
Isaías 64:6 nos
recuerda que lo mejor que nuestras buenas acciones y comportamiento son como
trapos de inmundicia, a menos que reconozcamos nuestra verdadera
condición. El cielo estará lleno de mucha gente mala que se
arrepintió y fue regenerada por el Espíritu Santo, y en el infierno habrá mucha
“buena” que nunca llegó a reconocer su necesidad del Salvador.
Algunas de
estas personas, quizá son buenos ciudadanos, son empleados ejemplares, tienen
una buena familia y una buena reputación, no beben (mucho), no fuman, no dicen
“malas palabras” y se portan bien. Pero no reconocen que son
pecadores y que necesitan al Salvador Jesucristo. Posiblemente,
muchas de estas personas son incluso miembros activos de alguna iglesia
cristiana, pero en la práctica no han aceptado por fe la gracia salvadora de
nuestro Señor Jesucristo. Estos no estarán en
el Reino.
Ahora cuando me
pongo mi camisa roja pienso en Apocalipsis 7:9. El texto dice que el
Cielo habrá “una multitud que ninguno podía contar, de toda nación, tribu,
pueblo y lengua, vestidos con ropas blancas”. Curiosamente el
versículo 14 añade que este inmenso grupo está compuesto de “los que han
venido de la gran tribulación. Han lavado su ropa, y las han emblanquecido
en la sangre del Cordero”. ¡Qué curioso! Ropa
emblanquecida en sangre.
Ahora que
estamos en tiempo de elecciones, te invito a elegir la justicia de Cristo
cada día, a permitir que la sangre del Cordero te cubra. Sólo así
tendrás fuerzas para vivir victoriosamente cada día, y tendrás la seguridad de
que no serás echad@ fuera en ocasión de la cena de la boda del Cordero
(Apocalipsis 19:7-9).
Me despido
contándoles una de las últimas ocurrencias de nuestros niños. La
semana pasada Cindy aprovechó que la mamá no la estaba mirando e hizo una
de sus travesuras. Mi esposa la amenazó diciéndoles “no te apures,
Cindy, que yo te voy a arreglar ahora”. Con seriedad y preocupación
Abdiel le contestó a mi esposa: “Mami, no arregles a Cindy que ella no está
dañada”.
Feliz sábado. Les queremos y extrañamos mucho,
Aneury Vargas,
El Cairo,
Egipto
15 de mayo de
2010
Gracias pastor por estas reflexiones y que Dios lo siga utilizando para su honra!
ReplyDeleteMi amor, que Dios te bendiga y sigas compartiendo temas profundos de manera tan sencilla. Love you!
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