ESTA MANZANA Y LA SENSACIÓN DE LAS CHICAS
ESTA MANZANA Y LA SENSACIÓN DE
LAS CHICAS
Esta semana me acordé de Marcus. Era mi compañero de habitación en mi
segundo año de internado de la Universidad Adventista Dominicana (UNAD). Yo era
un estudiante universitario y él era un adolescente que cursaba el 8vo. Grado. Era un muchacho inteligente, bien parecido y
con una labia impresionante para un chico que tenía menos de 15 años. Su atractivo físico y su personalidad
cautivadora lo convirtieron en poco tiempo en la sensación de las chicas del
colegio. Pero había algunos detallitos
de Marcus que yo conocía y que ellas ignoraban.
El chico era increíblemente manipulador, patológicamente mentiroso e
irremediablemente desordenado. Como si
todo eso fuera poco, el muchacho era cleptómano. Pero ninguno de esos defectos
en su carácter era evidente a simple vista.
Ante el mundo era un angelito que cualquier podía comprar. Marcus se las
arreglaba para proyectar en público una personalidad que ocultaba su verdadero
carácter. Sus padres lo habían enviado a nuestra institución con la esperanza
de corregirle la vida. Los maestros y
las chicas disfrutaban de la pantalla mientras yo lidiaba con la realidad.
Permíteme contarte la razón por la que me acordé de él esta semana. Me encontraba preparando el desayuno y al
partir la manzana que aparece en la foto más arriba ¡Tamaña sorpresa! La
manzana que lucía tan sabrosa y colorida estaba totalmente podrida por dentro.
El problema no es que estuviera dañada por dentro, sino que nada en su
apariencia exterior daba el más mínimo indicio de ello. Al juzgar por las
apariencias, por dentro era una maravilla.
Pero todo era un engaño. Una terrible decepción.
Siempre seremos víctimas fáciles de este tipo de manzanas y de
personas. No puede ser de otra manera, a
menos que nos pasemos la vida entera sospechando de cada individuo con el que
nos relacionemos. Pero vivir así sería no vivir. La razón por la que somos engañados y
sorprendidos con frecuencia le fue explicada al profeta Samuel hace varios
milenios. Cuando el Señor indicó al
profeta que uno de los hijos de Isaí sería ungido como el nuevo rey de Israel,
Samuel instintivamente se preparó para ungir al más alto y apuesto de ellos,
pero Dios lo interrumpió diciéndole:
«Pero
Jehová respondió a Samuel:
No mires a su parecer, ni a lo grande de
su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre,
pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón». (1
Samuel 16:7)
No debemos señalar ni acusar a Marcus (ni tampoco la manzana). Puesto que muchos de nosotros somos culpables
del mismo pecado. Nuestro eterno dilema es que, aunque sabemos que a Dios le
importa más la condición de nuestro corazón, tenemos un deseo insaciable de
agradar a los ser humanos, de caerles bien, de impresionarlos, de obtener su
aceptación, su aprobación y su admiración. Y siendo que ellos solo pueden ver
la “realidad virtual” de nuestra personalidad, de nuestra apariencia física y
de nuestros logros profesionales y académicos, es allí donde invertimos todas
nuestras energías.
Solo Dios sabe la cantidad de tiempo, recursos y esfuerzos que
invertimos en proyectar una imagen que agrade e impresione a los demás. Ensayamos nuestras sonrisas. Tratamos de
aprender qué tipo de combinación de ropa nos hacen ver como personas más
seguras. Practicamos la forma de caminar y de hablar. Asistimos a seminarios
para mejorar nuestra personalidad. Algunos son entrenados para cantar, predicar
y escribir cosas que ni sienten ni viven, pero que impresionan al público. Pero
nada de esto parece impresionar mucho al Creador.
Él espera que le demos prioridad a otras cosas que tal vez no tengan
mucha importancia para los demás, pero sí la tiene para ÉL y para las personas
para quienes realmente importamos. Dios espera que prioricemos nuestra vida
espiritual, la integridad de nuestro carácter y la pureza de nuestro corazón.
El sabio Salomón lo resume en estas palabras:
«Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque
de él mana la vida». (Proverbios 4:23)
Al decir que del corazón mana
la vida, la Biblia se refiere a nuestra mente como la fuente de todas nuestras
acciones, palabras y actitudes. Todas
las cosas, buenas o malas, que hacemos o decimos ocurren primero en nuestra
mente. Hablando sobre la importancia de
mantener la fuente limpia, el Señor Jesús fue más explícito:
«Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen
los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia,
orgullo e insensatez. Todas estas maldades de
adentro salen, y contaminan al hombre». Marcos 7:21-23
El año 2015 se acerca y, supongo, muchos ya estamos
haciendo un listado de las cosas que queremos que Dios nos dé en el nuevo año:
un cambio de empleo, un mejor peso, ropa y zapatos diferentes, un cambio de
vehículo, una relación más constructiva, etc. Aclaro que estas metas son encomiables y añado
que este mensaje no está promoviendo que de ahora en adelante descuidemos
nuestra apariencia física y el desarrollo de nuestra personalidad. Pero te
invito a aspirar al mejor de los regalos que Dios puede darte: UN NUEVO
CORAZÓN. No olvides:
«Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5:8)
Aneury Vargas,
Silang, Cavite, Filipinas
12 diciembre 2014
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